16/6/10

Mírame, date vuelta y mírame, date vuelta y volve por favor. Y acá estamos otra vez, logrando que alguien me mire. Pedimos a gritos desesperadamente que abran sus ojos y nos miren, que nos vean, que vean nuestro dolor y nos comprendan. Hacemos enormes esfuerzos para no necesitar de nadie, para no necesitar de una mirada para existir.
Lo curioso es que los ojos que más nos obsesionan son los que no nos pueden mirar.